El pasado domingo, en una reunión celebrada en Escocia, Europa y Estados Unidos llegaron a un acuerdo que redujo el arancel medio que EE.UU. aplicaba a los productos europeos, bajándolo del 25% impuesto hace unas semanas al 15%. Este nuevo porcentaje sigue siendo más del doble del 4,8% que regía anteriormente, un cambio que había generado tensiones, incluyendo la posibilidad de que Europa respondiera con aranceles a Boeing (Europa estudia imponer aranceles a Boeing como represalia a Trump).
Sin embargo, en medio de esta disputa, la industria aeronáutica ha quedado completamente al margen. Se dice que Boeing y Airbus, de mutuo acuerdo, ejercieron presión sobre sus respectivos gobiernos para evitar una costosa guerra arancelaria que perjudicaría al sector.
Además de los aviones, sus componentes también estarán exentos de aranceles. Esta excepción se extiende a algunos otros productos, aunque representan una minoría insignificante en el panorama general.
La asociación de la aviación estadounidense expresó su satisfacción con el acuerdo, destacando que su ausencia habría causado serios problemas a todas las partes involucradas.
Como ya ocurrió con Japón —donde el país desmintió las afirmaciones—, Donald Trump tuiteó que Europa invertirá 600 mil millones en EE.UU. y comprará 750 mil millones en combustibles, algo que se ha confirmado (Trump consigue que Japón compre 100 aviones Boeing).
A pesar de esto, la guerra arancelaria sigue activa con Canadá y, como era de esperar, con China.