Las tasas turísticas han emergido en los últimos años como un instrumento fundamental en la administración del turismo a escala global. Cada vez más naciones las adoptan para moderar el volumen de visitantes y captar recursos destinados al mantenimiento de instalaciones, el legado cultural y la viabilidad ecológica de los lugares. Desde grandes polos turísticos en Estados Unidos hasta naciones en el Caribe y Asia, estos gravámenes buscan atenuar las repercusiones del turismo y fomentar un progreso más armónico en lo social, económico y ambiental.
Tomemos Estados Unidos, donde varios destinos han integrado estas tasas. Los Ángeles, por instancia, impone uno de los impuestos turísticos más onerosos del planeta: un 15,5% sobre el monto total de las reservas hoteleras. Nueva York no se queda atrás, con una de las tarifas más elevadas: une un cargo fijo de 3,5 dólares por persona y noche a un 14,75% sobre el valor completo de la reserva.
En Nueva Zelanda, este tipo de impuesto es habitual; el gobierno aplica una tarifa que va de 20 a 40 dólares neozelandeses (equivalente a 10-20 euros) para turistas foráneos, con el fin de asegurar un turismo más ecológico. Aunque datos recientes indican un ajuste a 100 dólares neozelandeses, el enfoque sigue en la sostenibilidad. Bali, por su lado, introdujo desde febrero de 2024 un cobro de 150.000 rupias indonesias (cerca de nueve euros) para visitantes internacionales, canalizando lo recaudado enteramente hacia la salvaguarda de su entorno natural y cultural.
Bután destaca con su 'Tasa de Desarrollo Sostenible', una de las más caras globalmente. Antes de 2022, los extranjeros abonaban 250 dólares (218 euros) diarios; tras la reapertura post-pandemia en septiembre de 2022, bajó a 200 dólares (175 euros), y en septiembre de 2023 se redujo a 100 dólares (87 euros) para adultos y 50 dólares (43 euros) para niños de seis a doce años. En Nueva Zelanda, la tasa puede llegar hasta 20 euros por persona, aunque como se mencionó, ha evolucionado.
Mirando adelante, más ciudades incorporarán estas tasas para regular llegadas y solventar sus estructuras. Tailandia contempla un impuesto único de 300 baht (alrededor de ocho euros) para entradas por aire, tierra o mar antes de cerrar 2025, con fondos para infraestructuras turísticas y coberturas de seguros. En Asia, Kioto (Japón) aprobó un alza hasta 10.000 yenes (61 euros) por persona y noche, la más alta del país, vigente desde marzo de 2026. Esto multiplica la anterior (200-1.000 yenes, o 1,24-6,18 euros).
Para noches entre 6.000 y 20.000 yenes (123 euros), el cargo será de 400 yenes (2,47 euros); hasta 50.000 yenes (308 euros), 1.000 yenes; hasta 100.000 yenes (617 euros), 4.000 yenes (24,70 euros); y sobre 100.000 yenes, 10.000 yenes. En 2023, los alojamientos recaudaron 5.200 millones de yenes (32 millones de euros); el aumento podría elevarlo a 12.600 millones (77 millones de euros) al año.
Europa intensifica estas tasas para un turismo más verde. Por otra parte, iconos turísticos imponen restricciones para manejar multitudes. Machu Picchu, en Perú, logra una gestión efectiva con tasas y límites de acceso para resguardar su sitio arqueológico y natural. El gobierno peruano ofrece boletos diferenciados con un cargo de conservación, hasta 200 soles (50 euros) para extranjeros, según ruta y horario. En 2026, la capacidad diaria sube a 5.600 visitantes, de 4.500 en temporada normal, con ingresos para mantenimiento, restauración y manejo ambiental.
Las Islas Galápagos, en Ecuador, cobran un impuesto para defender su biodiversidad. Extranjeros pagan 200 dólares (175 euros) para ingresar al Parque Nacional, elevado en 2024 para cubrir costos de conservación e impactos turísticos.